10 años de amor

“No hay pies tan pequeños que no dejen huella en el mundo”

Han pasado 10 años del día que nació nuestro segundo hijo. Nació pequeñito, con prisas, antes de tiempo. Vivió como un valiente durante 7 largos días, en silencio se murió y se fue al cielo en nuestros brazos. ¡Que momento sagrado! Lo llenamos de amor, lágrimas y besos. Su hermano lo esperaba en casa… y no pudo recibirlo. Sus abuelos, familiares y amigos lo despidieron sin poder abrazarlo, y guardaron en el corazón su nombre, Camilo.

Pies

Le llamamos Camilo para dejarle en herencia la memoria de un luchador, Camilo Sánchez, un pobre que fue alcalde de Santa Lucía (Canarias), que entró en política sirviendo, para servir más y mejor, para dignificar la vida de los pobres y de paso, dignificar también la política.

El pasado domingo celebramos una Eucaristía por este 10º aniversario, y en ella recordamos todo lo que Camilito ha traído y sigue trayendo a nuestras vidas:

– Un hijo, un hermano para Alejandro, que desde entonces lo tuvo muy claro: cada hermanito cuenta, aunque no haya podido chutar un balón ni comer helados con nosotros.

– Una experiencia de amistad insospechada… con los amigos que tuvieron que amar a este niño de un modo diferente, sin regalos ni besos ni fotos… Aprendimos a amar cuidando a otros, cuidando el mundo que acogerá a otros, amándote, hijo, en aquello que no se ve (“lo esencial es invisible a los ojos… no se ve bien sino con el corazón” que decía el Principito). Y amigos que llegaron a nuestra vida porque compartimos esta experiencia tan difícil de explicar con palabras, tan desgarradora, vosotros sabéis de qué hablo…

– El testimonio de sus abuelos, y de otros familiares que acogieron a Camilo como uno más. Desde el primer día hasta hoy ellos nos muestran que la paternidad no empieza el día del parto, sino mucho antes. Y que el amor no acaba con la muerte.

– Camilo nos hizo más sensibles al dolor ajeno. En este hormigón que somos, él abrió una grieta por la que entran los dolores silenciosos de otros. Nos hizo compartir algo de lo que viven los empobrecidos por el mundo entero: en circunstancias que no hemos elegido, que a veces son injustas… amar y caminar con el corazón roto. Y curarnos las heridas mutuamente con misericordia.

– Nada ha vuelto a ser lo mismo, tampoco lo espiritual y religioso, como el compartir un trocito pequeño de la Cruz de Jesús, acompañar a María en el camino del Calvario, y ante el cuerpo muerto de su hijo. Tampoco es igual la Eucaristía, porque Camilo y su hermana nos han abierto la sensibilidad, como una puerta hacia Dios, en quien ellos están y nos esperan.

– La Red el Hueco de mi Vientre nace y vive con el aliento de nuestros hijos. Una red con vocación de servir para que caminemos desde el dolor al amor, de la injusticia a la solidaridad, de la soledad a la vida compartida. Esta Red, hijo, lleva tu olor y el de otros niños porque la parimos desde el mismo vientre que os ha acunado.

En esa eucaristía pusimos en un plato de la balanza todos estos regalos del AMOR y en el otro plato el DOLOR: las lágrimas que lloramos, el echarte de menos estos 10 años, la soledad, el miedo, y… ¡se desequilibra la balanza! Porque pesa tanto el amor… pesa mucho más que el dolor, mucho más… ¿Y si incluso descubrimos que algunas de las cosas que parecen estar en el plato del dolor… realmente están en el otro?¿Y si resulta que sólo hay un plato, el plato de la VIDA, que cada dificultad nos sirve para crecer y aprender, que las lágrimas y la alegría son inseparables?

¡Misterios del amor que hemos vivido estos 10 años! Veremos qué descubrimos en los 10 siguientes.

Pilar Gómez-Ulla y Óscar Quintela. 1 Junio 2016