Entrevista a Cori Salchert

 

Realizada por: Red el Hueco de Mi Vientre

Esta enfermera, madre de 8 hijos biológicos, y otros niños adoptados y acogidos, ha hecho de su vocación profesional y de su propia familia un lugar de acogida para bebés en situaciones desesperadas. Vive en Sheboygan (Wisconsin, EEUU) y responde para la Red el Hueco de Mi Vientre algunas preguntas.

EntrevistaCS

RED EL HUECO DE MI VIENTRE (RHV): Si quieres puedes empezar con algunos datos de tu biografía.

Cori Salchert (CS): Mi marido tiene 61 años, yo tengo 50. Llevamos casados 28 años. He trabajado 28 años como enfermera.

Tengo 8 hijos biológicos con edades: 27, 25, 23, 22, 20, 18, 16, 14 años, y Charlie que tiene ahora mismo 22 meses. Además tenemos tres bebés en acogida que tienen 11 meses.

RHV: Cuéntanos algo sobre tu trayectoria profesional. ¿Dónde trabajabas?, ¿en qué consistía el trabajo? ¿te gustaba?

CS: En mis años trabajando como enfermera entré en contacto con prácticamente todo tipo de pacientes. Mis favoritos eran los de cuidados paliativos y también los de maternidad, familias y recién nacidos.

Cuando empecé a trabajar más en el área de maternidad, pensé que había dejado atrás los cuidados paliativos, hasta que me di cuenta de que había muchos más pacientes de los que yo era consciente que venían a la planta de maternidad a tener un bebé y se marchaban con dolor y los brazos vacíos porque su hijo había muerto en el útero o poco después de nacer.

Me descubrí a mí misma atraída por estas familias.  Donde a muchas enfermeras preferían huir, con aquellos bebés que se están muriendo, yo vi la necesidad. Se trataba de hacer de la experiencia hospitalaria de estas mujeres algo menos traumático; no arreglar lo que estaba roto, sino proporcionarles cuidado en vez de huir rápidamente de su habitación para que su dolor no me incomodase.

Más tarde, creé Hope After Loss Organization (la Organización Esperanza Tras la Pérdida) en Sheboygan. Es una organización que pretende ofrecer esperanza a familias cuyos bebés hayan muerto.

RHV: Sabemos que tuviste que dejar el trabajo por problemas de salud, ¿puedes contarnos cuándo fue esto y qué ocurrió?

CS: Si, hace unos cinco años mi propia salud entró en un punto crítico. Me enfrenté a varias enfermedades autoinmunes y necesitaba unas cuantas operaciones para intentar reparar el daño causado a mis órganos digestivos. Estaba sufriendo, confinada en la cama, incapaz de trabajar y de nuevo me hallé llorándole a Dios, preguntándole, «Bueno, ¿cómo «narices» vas a dar la vuelta a esto?»

RHV: Nos interesa saber algo sobre tu familia, vuestro estilo de vida, valores…

CS: Nuestra familia no sale de vacaciones, pues no tenemos mucho dinero. Nuestros hijos han podido alimentarse adecuadamente y hasta tener aparatos en los dientes, pero es verdad que ganan dinero trabajando para comprar su propia ropa, etc. Tienen tareas en casa pues es importante que posean habilidades para la vida. Saben cocinar, limpiar y cuidar adecuadamente a bebés y niños pequeños. Saben cómo hacer malabares para sacar adelante sus responsabilidades del colegio o de la universidad mientras se ocupan de un pequeñajo en su regazo. Mis hijos son inteligentes y lo están haciendo muy bien con sus estudios pero nuestros valores suponen que deben devolver por lo que están recibiendo, así que además trabajan en la comunidad ayudando en asociaciones de niños y de ancianos.

RHV: En un momento de vuestra vida comienza una nueva aventura, adoptar o acoger en vuestra familia a bebés con graves enfermedades, ¿cómo empezó esta aventura?

CS: En Agosto de 2012, recibimos una llamada preguntándonos si estaríamos dispuestos a acoger a una bebé de dos semanas que no tenía nombre, ni nadie que la cuidase.

Su pronóstico era desalentador, nació sin los hemisferios derecho e izquierdo de su cerebro y los médicos dijeron que no había esperanza para ella. Me contaron que la niña estaba en estado vegetativo, sorda y ciega, y respondía sólo a estímulos dolorosos.

Con esta información, nos dispusimos a traer a Emmalynn a casa. Tuvimos el privilegio de elegir un nombre lleno de sentido para ella y se nos concedió el inestimable regalo de ser su familia.

Podría haber muerto en el hospital, envuelta en una manta y dejada de lado porque estaba siendo sostenida con una bomba que la alimentaba. Pero trajimos a este precioso bebé a casa a vivir, y vivir fue lo que hizo. (Emmalyn vivió durante 50 días en casa de los Salchert)

RHV: ¿Qué han aportado estos niños a tu vida, a la vida de tu familia, de tu comunidad?

CS: Ellos nos han hecho salir de nuestra zona de confort. La vida es increíblemente impredecible. Ellos nos ayudan a vivir el momento presente y no dar por hecho que habrá un aliento o un día más. A veces esto puede ser agotador pero también es un regalo. Yo ahora no me irrito tanto, ni de cerca, por inconvenientes menores, dada la gravedad de la situación en la que vivimos.

Estos bebés son amados aunque no pueden contribuir con nada “productivo”. A menudo pienso que damos con la esperanza de que la otra persona nos devolverá algo a cambio. Emmalynn y Charlie son casi únicamente capaces de recibir así que los amamos incondicionalmente.

Sé que no puedo dar ni siquiera un vaso de agua fresca en el nombre de Jesús sin que Él lo aprecie. Seré recompensada en el cielo por el sacrificio hecho aquí en la tierra y me alegra pensar que veré el fruto de nuestro trabajo.

Nuestra comunidad se ha unido a nosotros en casi todo el proceso. Por supuesto, hay quienes piensan que estamos locos y se sienten incómodos con lo que hacemos. No sé dónde creen que iban a estar estos bebés mejor que aquí siendo cuidados por nosotros. Estos niños no desaparecen ni tampoco sus necesidades simplemente porque no miremos para ellos. No me preocupa demasiado que otros piensen que lo que hacemos merece la pena. Yo creo que así es y que debemos continuar sin importar por dónde sople el viento de la opinión pública.

¿Qué crees que necesitan unos padres para poder acoger a un bebé con problemas?

En mi caso, yo he tenido que reconciliarme con el hecho de que no puedo curar a estos bebés. Sin embargo sí puedo conocerles muy íntimamente lo que me permite cuidarlos bien. Sé lo que indican ciertas posturas, o lo que pueden significar algunos movimientos repetitivos de manos o piernas. Los médicos se fían totalmente de mis observaciones cuando les digo que algo va mal con mi hijo y me toman en serio aunque no siempre hay síntomas muy claros para ellos.

Estos niños van a morir. Puedo mantenerme al margen e ignorar la realidad para preservar mi propia vida y mi sentido del bienestar. Es un problema tener un hijo con el que no puedes comunicarte verbalmente, es duro y costoso estar alerta de cualquier signo de alarma.

Sin embargo, lo que le diría a cualquiera que siente que su corazón se conmueve ante estos pequeños, es que todas las dificultades, la tristeza y las lágrimas, serán recompensadas. VALE LA PENA ABSOLUTAMENTE.

RHV: ¿Qué hace falta en nuestra sociedad para atender mejor la enfermedad y la muerte?

CS: Yo tengo una fe inquebrantable en Dios, en Jesús, y en que Él puede redimir las peores situaciones. Rezo por un milagro y ese milagro quizás signifique la curación en esta vida, o quizá se encuentre en la otra vida. Dios es la razón de mi fe, me mantiene cuando la situación se me hace imposible, me siento acompañada en cada paso del camino.

RHV: Muchas gracias