El ejército de las madres vivas

Prevención de mortalidad perinatal en una región de etiopía a través de una red de madres voluntarias.

La región de Benishangul-Gumuz ha conseguido reducir casi a la mitad las muertes neonatales en los últimos quince años.

 

Grupos de mujeres de decenas de aldeas etíopes se organizan para informar a sus vecinas sobre el embarazo y luchar contra la mortalidad infantil.

Amina Babekir está feliz pero no del todo. Espera la decisión de Dios. A sus 26 años, acaba de ser madre de su tercer hijo hace apenas tres horas pero no piensa ponerle nombre hasta dentro de una semana. Hasta entonces, la vida del pequeño está en otras manos: “Si se muere es porque es deseo de Dios. Él te lo da, así que si él se lo lleva es porque tiene sus razones”.

Aunque la fe de Amina es inquebrantable, por si acaso esta vez ha intentado no dejar la vida de su hijo a merced de suertes celestiales: es el primero de sus tres hijos que nace en un centro sanitario. Los dos primeros nacieron en casa con la ayuda de una matrona tradicional. Amina vive en una aldea a tres horas de camino del centro de salud de Homosha, una pequeña localidad en el este de Etiopía, pero nunca antes se había planteado dar a luz rodeada de médicos y enfermeros. “Pensaba que lo normal es parir en casa y no era consciente de los riesgos que corría, cuando me lo explicaron, comprendí”, dice.

En su caso, la diferencia vino de la mano de un ejército sin armas. Desde hace una década, el gobierno de Etiopía impulsa la creación de los llamados ejércitos de mujeres, una suerte de grupos informativos de salud para informar a las vecinas de cada aldea sobre el embarazo y otros cuidados prenatales y luchar contra la mortalidad infantil. Estas líderes comunitarias son seleccionadas para, después de recibir formación sanitaria, ir de vivienda en vivienda para reunirse con las mujeres embarazadas de su localidad y orientarlas sobre la maternidad. Además de aconsejar a las mujeres que realicen los controles recomendados durante la gestación y explicar cómo llegar a los centros sanitarios más cercanos, explican los síntomas para detectar problemas en el embarazo, dan consejos para los primeros días del bebé o informan sobre cómo proteger al bebé de la malaria.

El objetivo es servir de primer eslabón de una cadena sanitaria nacional para luchar contra la mortalidad maternal e infantil y cambiar mentalidades como la de Amina Babekir. Es necesario: en Etiopía, uno de los países más peligrosos para dar a luz en el mundo, tres de cada cuatro mujeres aún da a luz en el hogar (sin asistencia sanitaria). La medida, unida al refuerzo de la red sanitaria, ha convertido a la región de Benishangul-Gumuz en el ejemplo a seguir para Etiopía. Entre 2000 y 2016, las muertes neonatales de esta zona han descendido casi un 50%.

En la aldea de Ashura, la reunión de este peculiar ejército de madres huele a café recién hecho. Mientras una de las chicas tuesta los granos y hierve el agua, las demás se acomodan bajo un cobertizo a la puerta de una choza de adobe. Matsu Kalifa, vestida con una túnica amarilla con bordados brillantes, lleva la voz cantante y blande una libreta con dibujos. Todas escuchan con atención. “¿Veis esta mujer embarazada del dibujo que está comiendo? Es lo que tenéis que hacer. Durante el embarazo es importante que os alimentéis siempre que tengáis hambre, las veces que haga falta”. Las mujeres asienten y preguntan si tienen dudas.

La región de Benishangul-Gumuz ha conseguido reducir casi a la mitad las muertes neonatales en los últimos quince años

El “ejército” de Matsu se reúne cada 15 días en la casa de alguna de las participantes o a la sombra de un mango y charlan sobre salud maternal mientras sorben tazas de café caliente. Si completan los 16 capítulos del programa de salud —mayoritariamente sobre maternidad, pero también sobre nutrición o higiene— la futura madre recibe un diploma con el lema “hogar modelo” y está oficialmente preparada para enfrentarse a la maternidad con la mayor seguridad posible. Matsu se hincha de orgullo al hablar del resultado.

“En esta aldea no ha habido nadie este último año que haya dado a luz en casa y hace unos años era lo normal. Las chicas entienden los riesgos que supone parir sin controles sanitarios y saben las posibilidades que tienen para acceder a centros sanitarios u hospitales”. Matsu es líder de su ejército de manera voluntaria desde hace un año pero dice que le compensa el tiempo invertido. “Me gusta ayudar. Cuando explico algo importante a una mujer que no lo sabía, siento que estoy haciendo algo importante para su vida”.

A Kenina Babekir probablemente le está ahorrando más penas futuras. Es una de las “madres soldado” de Matsu y a sus 40 años ha tenido diez hijos pero cuatro de ellos murieron pronto. El bebé que lleva en el vientre será el primero que nazca en un centro sanitario; todos los demás nacieron en casa. “Quiero hacer las cosas bien, por eso voy a los cursos”.

Kenina es la mayor del grupo y las más jóvenes le preguntan sobre la experiencia de tener un bebé con la ayuda de una matrona tradicional. “No es bueno dar a luz en casa —dice—, pares en cuclillas, en el suelo y sangras mucho. Después estás muy cansada y tardas mucho en recuperarte”.

Las demás chicas escuchan a Kenina muy atentas y Matsu aprovecha que el café ya está listo y humea dentro de tazas de café de porcelana para plantear si ya todas están convencidas de dar a luz en el hospital.

Todas asienten al unísono y ella sonríe satisfecha.

Fuente:http://www.lavanguardia.com/vida/20180616/45109688658/ejercito-madres-natalidad-africa-etiopia.html