Gracias, PABLO RÁEZ

Pilar Gómez-Ulla, psicóloga y terapeuta familiar. Marzo 2017

Muchos conocen ya al joven malagueño que murió a finales del mes pasado de leucemia, y compartió en las redes sociales sus aventuras con la enfermedad.

Me animo a escribir sobre él, o quizá incluso a él, porque le debo algo. El agradecimiento es un motor muy potente, y me ha movido a estas palabras. También escribo porque al hilo de la muerte de Pablo ha circulado un artículo titulado “Los enfermos no son luchadores” de Raúl Solís, que me animó definitivamente a este diálogo.

Pablo Raez

Raúl Solís critica esa visión según la cual los enfermos son unos luchadores y de ellos depende su curación. Entiendo su postura, el riesgo de culparles si la cosa “no va bien”, y la enfermedad vence. Pero el artículo va mucho más allá y habla de individualismo, insolidaridad… y es con eso que quiero dialogar.

Puede gustarme más o menos una palabra, pero siempre merece la pena escuchar la experiencia del otro, del enfermo y su familia, y aprender de ello. Qué palabras eligen y qué sentido dan a esas palabras. Escuchar profundamente, no juzgarlo todo y ya. A veces en el juicio nos perdemos el sabor y la luz que tienen las cosas.

Pablo y su familia hablan de luchar, sí, de fuerza. Y lo hablan cuando entra en el hospital, cuando sale, cuando duele mucho y cuando está mejor. Cuando ven que se acerca la muerte y hasta el mismo final. Luchan, sin duda, contra la desesperanza, contra el deseo de morir, la autocompasión y la queja que acechan a todo enfermo. Luchan contra el silenciamiento del dolor y la debilidad, cuando comparten en las redes diagnósticos, cables, delgadez, miedo y caída del pelo. Lucha contra el individualismo cuando promueve la donación de médula y consigue que esta aumente un 80% en Andalucía. Él mismo dice que la enfermedad le lleva a valorar cada minuto y a crecer en sensibilidad solidaria. No cree que los enfermos se curen solos, sino que sabe lo importante del sistema de salud. La palabra que más repite es “GRACIAS”. La dice con la boca, la escribe, la vuelva a decir. Gracias a su familia, a las enfermeras, los médicos, el personal, gracias a su novia, gracias a la vida. No veo individualismo, mentalidad liberal ni insolidaria. Veo regalos hermosos y valiosos que este joven nos ha hecho sin merecerlo.

Pablo, hoy te doy gracias a tí por tanto.

Gracias por visibilizar la muerte en una sociedad que la teme y la esconde. En unas redes sociales llenas de otras cosas menos esenciales. Esa pedagogía sencilla de mostrar la muerte como parte de la vida, de hacerte su amigo, como tú mismo dijiste. Algunos aprendemos de tí y tu labor nos abre camino.

Gracias por mostrar que los enfermos también pueden luchar, decidir, elegir. Como diría Viktor Frankl, hasta en las situaciones más desesperadas nos queda siempre la libertad de elegir qué actitud tomamos ante ellas. Esa fue tu lucha, un combate diario por sonreír y hacer la vida mejor para los que te rodean, por afrontar con serenidad el sufrimiento, por amar hasta el final.

Gracias por dar importancia a lo pequeño: al deporte que tanto te aportó, a los lugares hermosos de tu tierra, a tu familia y su amor de cada día, a tu novia, ¡qué testimonio de amor y dignidad habéis dado juntos hasta el último día!, a los trabajadores que te cuidaron, a tus amigos, a tu gente.

Gracias por compartirlo todo, por socializar tu camino y tu sencilla fe en Dios, por contarnos que pediste bautizarte en la adolescencia, que un cura fue tu padrino y con él lloraste tu miedo antes del trasplante. Por la madurez de no pedir a Dios que te curase. Gracias por contar esto en una sociedad que no siempre lo acoge con respeto, por no guardarlo para tí.

Gracias porque valoraste mucho los cuidados sanitarios y al final decidiste ir a acabar tu tiempo en casa, con los tuyos.

Gracias por las donaciones de médula, por tu sonrisa, porque tu nombre se ha escrito en mi corazón de madre, de psicóloga, de mujer que acompaña muchos duelos.

Alguno escribió que al final no has ganado la batalla. ¡No saben lo que dicen! Al final todos moriremos, eso no se elige. La batalla que has ganado es la de SER. Ser cada día hasta el final. Te has ido diciendo que la muerte forma parte de la vida y hay que amarla, no temerla. Te has ido sin rabia, en compañía y en paz. Gracias y hasta pronto, amigo.