La vivencia de un padre

Vi a mi esposa caminando hacia el baño. Ella en el pasillo, mientras yo a lo lejos la observaba desde la puerta. Se acercó a mi rápidamente, ya que no la autorizaban a hacerlo y me confirmó que la cesárea sería ese mismo día, en una o dos horas mas. Luego recuerdo que un hombre se acercó a mi y me llamó, podía entrar por ese pasillo, pero debía esperar afuera del pabellón.

Me hicieron sacarme el polerón y ponerme un delantal de esos celestes. Y ahí me hicieron quedarme, sentado. Esperando, esperando, esperando. Esperando solo. Sin saber que pasaba dentro de ese pabellón. Sin saber que pasaba con mi esposa y con mi hijo, y mientras esperaba un pensamiento seguía latente en mi mente: “la puerta está justo al lado, medio abierta… ¿Por qué no me dejan entrar? ¿Es tan difícil hacerlo?”

lavivencia-padreDespués de mucho esperar vi como una mujer salía, caminando rápidamente, con él envuelto en unas sábanas verdes. Solo logré ver parte de su cabeza. El mismo hombre que me dijo que podía entrar por el pasillo, se acercó a mi diciendo “Puedes escuchar, ahí está tu bebé llorando”. Sabía que no era él. Ese bebé había estado llorando todo el rato que estuve ahí esperando. Debo admitir que perdí toda noción del tiempo, mis recuerdos no son 100% claros,  y ese día completo tiene espacios en blanco que me cuesta llenar.

Aún así, recuerdo con gran nitidez el momento en que finalmente me dejaron entrar en donde lo tenían, tratando de nivelar sus niveles de oxígeno, y como una matrona puso la mano de mi hijo en mi mano. A pesar de estar sedado, me acerqué a él y susurré en su oído “Tommy, I’m here, daddy is here, I’m not going anywhere” (Tommy, estoy aquí, papá está acá. No me iré a ningún lado).

Mi hijo escuchó, mi hijo reconoció mi voz, mi hijo apretó sus ojitos al oir mi voz. Nunca olvidaré ese momento.

Estuve ahí quizás 5 minutos, y me hicieron salir nuevamente para ponerlo en la incubadora y llevarlo rápidamente a neonatología. Recuerdo ver a la familia de mi esposa, al final de ese pasillo que me pareció el pasillo mas largo del mundo, a pesar de que no pude ver a ninguno de ellos a la cara. Usamos el ascensor y llegamos a la UCI Neonatológica, donde nuevamente me dejaron fuera. Recuerdo que la familia de mi esposa y yo pedíamos a muchas personas que iban y venían información, pero nadie nos la daba.  Y los únicos que sabían algo, nos repetían casi sarcásticamente, sin suavizar el tono de su voz “está muy grave, está muy grave”.  En ese minuto yo era el único autorizado a hablar con los doctores y a entrar a verlo si se daba la oportunidad, mientras mi esposa se recuperaba un piso mas abajo. No poder ir a verla, y saber como estaba, fue algo terriblemente difícil para mi también.

Cuando finalmente llegó el horario de visita, y logré entrar a la UCI, la doctora vino a explicarme que sucedía, pero se me hizo muy difícil entender lo que me estaba diciendo, pues si bien es cierto, tengo un buen manejo del español (soy Estadounidense), la terminología médica que estaba utilizando no me dejaba comprender del todo lo que ella me explicaba. En ese momento sugerí que me permitiera entrar con mi cuñada, quien sabe inglés, para que pudiera ayudarme y su respuesta fue tajante “No, no es mi problema. Solo hablaré con usted o la mamá, si usted no entiende es su problema no el mio. Yo solo hablo con los padres”.

Estuve en la UCI con él quizás una hora, ya ni recuerdo. Estaba conectado a muchas máquinas, y mi corazón estaba a punto de estallar. Logré tocarlo y sacarle algunas fotos porque la doctora a cargo salió de la sala. En ese momento toqué su manito y él la empuñó. Intenté hablarle lo mas que pude “Hijo, la mamá no está aquí porque se está recuperando, pero ya mañana estaremos los dos contigo. No te vamos a dejar solito, quizás habrán días donde yo no vendré pero es porque estaré trabajando para que podamos salir de esto, pero te prometo visitarte la mayor cantidad de veces”.  Sus niveles de oxígeno comenzaron a bajar, pero yo creía que todo eso era parte de su condición…

Me costó mucho irme de esa sala, sentía como mis ojos se llenaban de lágrimas. Fui a lavarme las manos y sentí que me iba a desvanecer. Mis pies no podían dar un paso, sentía que me iba a caer. Al salir mis ojos buscaron a alguien familiar, y mi cuñada se acercó rápidamente. Puso sus brazos alrededor mio y ahí ya no pude mas. Lloré como jamás en la vida había llorado antes. Me sentía impotente de ver a mi hijo así, me sentía inútil. Sentía rabia de que no me hubieran dejado acompañar a mi esposa en el parto y que me hubieran quitado la oportunidad de verlo nacer. Sentía rabia de que nadie quisiera darnos información. Sentía rabia de no entender bien español y no saber a ciencia cierta que estaba pasando. Me desesperaba ver de la forma en que el personal médico nos hablaba, casi riendo, sin un mínimo de sensibilidad o empatía. Me desesperaba no poder estar con mi esposa, aunque su familia se estaba haciendo cargo de ella, y a pesar de que ella me había hecho prometer de que una vez que Tommy naciera yo solamente me iba a preocupar de él, me preocupaba que algo malo pudiera pasarle a ella también.

Esa noche mientras estaba en el cuarto que arrendaba a unas cuadras del hospital, recibí una llamada de mi esposa diciendo que nuestro hijo no estaba bien. Lograr entrar a ese hospital en la noche, fue un verdadero suplicio. Pero aún así, jamás imaginé que lo peor estaba a punto de pasar.

Mi hijo abrió sus alas, y voló alto, muy alto.

 

Ahora pienso en todo lo vivido, y como padre, hubiera deseado que nos trataran como personas.

Hubiera deseado que hubieran sido mas humildes y empáticos.

Hubiera deseado que hubieran tomado las cosas con mayor seriedad.

Hubiera deseado que por lo menos, por un segundo, alguien hubiera tratado de ponerse en mi lugar.

Hubiera deseado que me hubieran dado esperanzas o alguna palabra amable.

Hubiera deseado que nos hubieran tomado en cuenta, y no que pasaran por sobre nosotros.

Al padre no se le permite entrar a la cesárea en los hospitales públicos de Chile. Al padre no se le permite acompañar a la esposa en pre o post parto. Los doctores rara vez piensan en los padres, nos tratan como si no importáramos, como si el parto y el nacimiento de un hijo fuera algo donde solo la madre cobra importancia. Tampoco me querían dejar acompañar a mi esposa luego de que nos informaron que nuestro hijo había muerto, querían que ella fuera a acostarse “como si nada había pasado”, cuando lo único que queríamos era estar juntos, abrazados, llorando esa pena tan amarga. Me quedé con ella en un pasillo del hospital, me dolía el alma verla sentada en esa silla de ruedas con los dolores de su operación.

De todo corazón espero que aquellos que trabajan en hospitales, sobre todo en maternidad, UCI y neonatología, comiencen a tratar mejor a las personas, especialmente cuando ven partir a su bebé. Me encantaría que nos hicieran sentir que nuestra pérdida significa algo. ¿Cómo se sentirían ellos, con su bebé muerto en sus brazos?. Se que es un largo camino por recorrer, pero páginas como Mirar al Cielo, el grupo de apoyo a padres en duelo que coordina mi esposa Del Dolor Al Amor, y todas estas instancias, nos ayudan a crear conciencia y a esperar que quienes lamentablemente vivirán una situación similar en el futuro, encuentren todo lo que nosotros no pudimos encontrar.

Jay Sheridan, papá del hermoso Tommy Thomas

Fuente: http://miraralcielo.net/