Algunas madres con bebés que fallecen en la última etapa del embarazo o al poco de nacer deciden donar su leche para ayudar a otros bebés, y avanzar en su duelo
Cuando un bebé nace, de lo primero que pide de la madre (por tanto del mundo) es la teta. La subida de leche es una sensación intensa, molesta e incluso dolorosa. Y solo tiene un remedio: un ser humano llegado al mundo con hambre. O un sacaleches. Olaya Rubio tenía muy claro que quería amamantar e incluso donar sus excedentes de leche al Banco del Hospital Universitario Central de Oviedo. Es por eso que, cuando su hijo Rubén falleció a las pocas horas de llegar al mundo y toda la oscuridad y la pena tropezó en ella, Olaya sacó fuerzas de flaqueza: “La tristeza aprieta tanto y es tan grande que el dolor no te deja ni respirar. El aire fresco y el oxígeno me lo dio poder donar la leche de Rubén durante meses. Pude seguir adelante pensando que mi leche podría ayudar a otros. Fue como un salvavidas dentro de la tempestad de su muerte. Sabía que la lactancia podía salvar vidas, pero también me salvó a mí”.