Testimonio de una pediatra y tía de un bebé fallecido.

Me llamo Antonia. Soy mamá de un niño de dos años, Ángel, y pediatra. Lo de pediatra lo cuento porque es todo lo contrario a lo que se pueda creer. En mi experiencia, ha sido algo que me ha dificultado, a veces, mi vida personal y mi maternidad. Perdimos hace casi dos años un sobrino, nuestro sobrino Pedro, y me gustaría contar cómo lo hemos vivido mi marido y yo.
Me costó mucho quedarme embarazada, estábamos deseando ser padres.. Finalmente, estudios y tratamientos.. Mis cuñados también estaban intentando quedarse embarazados, y también les estaba costando. Finalmente, yo conseguí mi esperado embarazo. Con miedo, no me lo creía del todo.. y poco después mi cuñada también se quedó embarazada. Tan contentas las dos. Por desgracia, ella perdió a su primer bebé en el primer trimestre. Cuando nació mi hijo Ábgel, mis cuñados se volcaron mucho con él, le dieron mucho amor. Al poquito, mi cuñada se volvió a quedar embarazada. ¡¡Qué alegría!! Mi sobrino Pedro fue muy esperado. Hicimos muchos planes juntos. ¡El primer cumpleaños de Ángel lo celebraríamos con Pedro! En las últimas semanas de embarazo, mi sobrino no cogía bien peso y a su mamá le programaron una cesárea (porque venía de nalgas), a las 37 semanas.

Ese día era domingo. El viernes anterior habíamos estado juntos en la playa. Cerca nuestra había una familia dejando unas cenizas en el mar. Mal presentimiento. Llegó el domingo y por fin íbamos a conocer al primito Pedro, estábamos felices. Yo le había comprado y lavado unas gasitas. Se las planché esa mañana y nos fuimos mi marido, Ángel y yo al hospital. Tan contentos íbamos en el coche, no cabíamos de la emoción. Como soy pediatra, ¡iba a recibir a mi sobrino al nacer! Mi primer sobrino. Me iba escribiendo mensajes con mi cuñada, ellos habían llegado unos minutos antes que nosotros al hospital. Cuando entré en paritorio un matrón me dijo que habían perdido al bebé. No me lo podía creer. Fui a verles y lloramos. Lloré abrazada a la tripa de mi cuñada. Le besé. Y salí. Salí sintiéndome vacía. Inútil y vacía. Se lo dije a mi marido. Vino la familia. Mis compañeros de paritorio me «utilizaron» (sin mala intención, por supuesto) para comunicarse con mis cuñados. Hablarles de la autopsia. Yo no podía más. No estaba allí como pediatra. Pedro nació un dos de octubre. Yo le dije a sus papás que les podía venir bien verle y cogerle y fotografiarle. Pero yo sentí que no tenía nada que hacer. Me fui. No pensé en mí. No pensé en que yo también quería despedirme. No pensé que quería verle. Me atormenta mucho no haberme despedido del primito Pedro. A partir de ahí, VACÍO. Volvimos a casa.. nos sentíamos vacios. No podíamos hablar. Mi marido y yo llorábamos por las noches, cuando se dormía Ángel. Llegué a sentir que no podría mirar a mi hijo sin sentir el vacío de mi sobrino. Habíamos hecho tantos planes juntos.. que ya no podía ser Ángel solo. Afortunadamente, esa sensación con mi hijo se me pasó, él no tiene la culpa. Pero llegó su cumpleaños y la Navidad, enseguida, y sentíamos que no había nada que celebrar. Mis cuñados volvieron a quedarse embarazados. Justo un año después del primito Pedro nació mi sobrina Cristina. El embarazo fue muy complicado, mi cuñada estuvo muy malita. Es una persona increíble. Y por fin llegó el día, tras una inducción, nació una niña preciosa, que sus papás quieren y cuidan con locura. Hace casi dos años que perdimos a mi sobrino. No te hemos olvidado, primito Pedro. Nunca lo haremos.

No se puede comparar nuestro dolor con el de una mamá o un papá que pierde a un hijo. Pero quería contar cómo lo vivimos los titos. A nuestro sobrino Pedro le queremos mucho y en nuestra casa siempre habrá un vacio.