Soy Sara, matrona. Os contaré la experiencia que, sin duda, más me ha conmovido en relación a la muerte perinatal. La muerte de un hijo es, sin miedo a equivocarme, la peor experiencia a la que un ser humano se puede enfrentar. Pues bien, gracias a mi profesión y, sobre todo gracias a una mujer y hombre fantásticos, pude vivir la despedida de una hija, fallecida antes de nacer, más bonita de mi carrera.

Un día cualquiera, esta pareja acudió a Urgencias Obstétricas, ya que parecía que su bebé de 32 semanas de gestación no se movía. La Ecografía nos confirmó la peor noticia, esa niña había fallecido, su “corazoncito” no latía. No existen palabras, en ningún idioma, para describir aquel momento. El ser humano está preparado para aguantar infinitas cosas, sin embargo, en aquel momento os aseguro que daba la sensación de que aquellas dos personas (madre y padre) se esfumaban, parecía como si fuese imposible que salieran de esa aboragine de sollozos, gritos, juramentos, llanto, lagrimas,…., creo que durante ese tiempo ni siquiera repiraban, no lo necesitaban. Como podréis imaginar, el equipo sanitario que allí estábamos, en realidad no estábamos, para ellos.
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